miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bush en la ONU: la despedida de un esquizofrénico

A seis años de haber atemorizado a las Naciones Unidas con la idea de que ésta se volvería irrelevante de no apoyar su guerra petrolera y revanchista en Irak –y antes en Afganistán–, el saliente presidente estadunidense se derramó en elogios a la ONU, “una organización de extraordinario potencial”, dijo, y alertó frente a los flagelos de la “ineficiencia y la corrupción”, “la abultada burocracia” y “la hipocresía sobre los derechos humanos”.

En su discurso de 22 minutos ante la 63 Asamblea general, Bush alabó la “fuerza poderosa para el bien” que supone la ONU “en este despertar del siglo XXI”, luego de haberla embarcado en dos amaneceres sangrientos con los bombardeos sobre Afganistán, octubre de 2001, y la devastadora operación “shock y pavor” sobre Bagdad, marzo de 2003, a la que el entonces secretario general Kofi Annan se opuso hasta perder el puesto.

Bush también llamó a “estar enfocados y decididos y ser efectivos” para potenciar “con más urgencia que nunca” el carácter “multilateral” de la ONU, después de haber humillado todo tratado internacional, desde las armas hasta el ambiente, recurriendo siempre al mismo pretexto: “Son fatalmente defectuosos”.

Moderado como pocos y justiciero como nunca, el “vuelto a nacer” Bush olvidó su retórica punzante en contra de los reparos humanitarios de la ONU en Irak —cuando sus mismos inspectores de armas químicas insistían en que éstas ya habían sido destruidas—, y llamó a poner en alto la defensa de los derechos humanos, cuando la misma cantidad que Bush pide ahora para intentar salvar de la catástrofe a la economía de EU, 700 mmdd, fueron pedidos también al Congreso para continuar despedazando civiles en los “pantanos” de Irak y Afganistán.

Por fortuna, el mundo que hoy ve salir a Bush por la puerta trasera no es el mismo que le dio su respaldo tras el 11-S, cuando el imperio debió tomar conciencia que tenía los pies de barro. Pero la Casa Blanca republicana dilapidó la solidaridad y fracturó al planeta, volviendo a poner en el orden del día un supuesto “choque de civilizaciones” que, seis años después, demuestra no ser tal. Es más, la mayoría en el mundo desea un cambio en Washington, y el grueso de los estadunidenses no tendrían por qué no desearlo. Según Peter Brown, director del Instituto de sondeos de la Universidad de Quinnipiac (EU), “con una economía mala, una guerra impopular y un presidente republicano aún más impopular, es difícil encontrar electores que no apoyen un cambio”.

Brown se refería a la “leve ventaja” de Obama sobre McCain en cuatro estados clave, entre ellos Colorado (49%-45%) y Wisconsin (49-42). Pero pese al optimismo, nos asalta el miedo: ¿por qué, si la popularidad de Bush cayó a 30% y la economía se desploma, la ventaja de Obama es tan leve?

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