martes, 25 de noviembre de 2008

Colombia - Escándalo mata escándalo


Es raro: siempre que las alarmas están encendidas, siempre que el gobierno
central está metido hasta el cuello en problemas sociales, siempre que lo
tienen contra la pared, milagrosamente se destapa un problema 'mayor' que
invisibiliza lo demás. Y el Gobierno logra poner en primer plano la noticia
que quiera; y los medios masivos tienen que darle el protagonismo necesario
porque el Gobierno se encarga de hacer un escándalo de tal tamaño, que no
hay forma de esquivar esa noticia. Y lo verdaderamente importante, por una
vez más, resulta siendo un vago rumor lejano.

Los asesinatos que cometió la fuerza pública durante todo este año (eso que
llaman 'falsos positivos' o ejecuciones extrajudiciales, que, por cierto,
debieron haber cobrado la cabeza del Ministro de Defensa), al día de hoy son
un vago rumor lejano, que pronto olvidaremos todos, porque parece que el
Gobierno lo olvidó y que la prensa lo olvidó. Y los colombianos olvidamos
con facilidad porque cuando ocurre algo que podría hacer tambalear al
Gobierno, este mismo se da la maña de inventar un escándalo más grande, más
escandaloso, más poderoso, más mediático y rimbombante.

Ahora, el nombre del escándalo es DMG. Pero ese escándalo no ha cobrado ni
un muerto; ese escándalo es sobre un negociante; ese escándalo no ajusticia
a gente humilde para ganarse dos días de permiso. Ese escándalo no tiene
nada que ver con la barbarie. Tiene que ver con plata, solamente con plata.
Y se me pone que la plata es lo más importante, tanto para este gobierno
como para la mayoría de gobiernos sobre la tierra. Es más que increíble que
a unos generales implicados en esos 'falsos positivos' tan escabrosos,
simplemente los destituyan, y a un negociante (lícito o ilícito) lo traigan
encadenado de pies y manos, como si fuera el peor asesino del mundo. De no
creer es un Ministro de Defensa que pide disculpas con risita sardónica,
mientras el llanto de las viudas recientes, de hijos o de esposos, se cuenta
por millares. Y el Ministro, tan campante, sigue ocupando su cargo.

También resulta increíble que la Minga Nacional de Resistencia Indígena haya
llegado a Bogotá con más de 15.000 indígenas para reclamar el cumplimiento
de la ley por parte del Gobierno, mientras las cadenas radiales más
prestigiosas están en el juego DMG, y los noticieros de TV, y los
periódicos. Pero ese nuevo escándalo no tiene nada que ver con violación de
los derechos humanos, ni con agresión y ocupación territorial, ni con una
legislación de despojo, ni con un sinnúmero de acuerdos incumplidos con
distintas organizaciones sociales. Ese escándalo sólo tiene que ver con
plata.

Los indígenas de Colombia están poniendo el ejemplo en cuanto a dignidad se
refiere. Se juntaron y marcharon y lograron alertar a toda la comunidad
nacional e internacional sobre los distintos desmadres que se han venido
cometiendo contra ellos. Y ahí están, en Bogotá, 15.000 indígenas en paz
porque son de paz, exigiendo sus derechos, cosa que no hemos logrado el
resto de colombianos. Y están ahí diciendo, además, que el hecho de exigir
sus derechos no los convierte automáticamente en guerrilleros ni en
comunistas.

Recuerdo que hace unos años, la comunidad embera se instaló en la trastienda
del Ministerio del Ambiente, en espera de una cita con el ministro de
entonces para hablar sobre la muy polémica represa de Urrá. Pero no hubo
caso, nadie la atendió. Y luego de un mes, a merced de la solidaridad de los
bogotanos, se marchó en silencio. Y la ciudad amaneció más triste entonces.
Quedó claro para muchos que la democracia no pasaba de ser una palabra y que
el país se manejaba por intereses de unos cuantos.

Ocho años después, las cosas han cambiado. Ya no son trescientos emberas
esperando una improbable cita: son más de 15.000 exigiendo sus derechos. Eso
es un cambio.

*Jairo Bautista* 

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